Por: Carolina Munguía G.
29 de septiembre.-Existe muy poco que no busque experimentar, son pocas las cosas que no llaman mi atención, y gracias a esto, se me dificulta la concentración en una sola actividad, provocándome una atención constantemente dispersa. ¿Por qué tendría que ser mi experiencia sexual algo diferente? Aun cuando estoy consciente de que la experiencia de vivirse como bisexuales no es la misma para todos, sé que muchos de los que nos autodefinimos dentro de este continuo de la sexualidad contamos con esa característica en común: no tenemos un límite definido para vivir nuestra sexualidad.
A lo largo de mi búsqueda por información acerca de la bisexualidad (en libros, revistas, e internet), las palabras encontradas son bastante consistentes. Todos los autores lo confirman: es una parte de la sexualidad demasiado ignorada por la sociedad, incluyendo fundamentalmente, a la científica. La razón radica en la esencia misma del concepto: “la ambigüedad”, término sumamente temido por la sociedad.
Desde pequeños aprendemos a categorizar dicotómicamente nuestra realidad, y conforme avanzamos nos resulta más difícil encontrar los matices de los puntos intermedios. Lo explica claramente Riesenfeld (2013), “… Pero en nuestro sistema social, en el que dominan los esquemas binarios y todo se ve blanco o negro, lo gris no tiene cabida. Así, no es fácil descubrirse bisexual, estamos acostumbrados a estas polarizaciones…” Los términos medios parecerían no existir.
La verdad es que para que yo pudiera llegar a autodefinirme como bisexual, requerí mucho más tiempo del que a muchos les cuesta “salir del closet”, pues para mí, dentro de este mundo no existía explicación lógica para mi comportamiento. Si bien estamos acostumbrados, aun cuando sea de manera peyorativa, a que las personas a nuestro alrededor definan nuestra persona de acuerdo a nuestro comportamiento, en mi caso las personas se quedaban calladas con caras estupefactas y de duda. Nunca realmente “salí del closet”, simple y sencillamente decidí, desde mi adolescencia, abstenerme de autodenominarme dentro de cualquier categoría. Todo esto me muestra un principio importante acerca de la visión de la sociedad sobre bisexualidad: la incapacidad de asumir su existencia dentro del espectro humano.
En La opción bisexual de Klein (2013) se comenta: “Detestable como ha sido “el amor que no se atreve a decir su nombre” para la sociedad durante muchos siglos, al menos su inexistencia no se ha planteado nunca: a homosexuales y lesbianas puede habérseles desdeñado por su “perversión”, pero su existencia psicosexual jamás se ha puesto en duda”.
Las personas bisexuales vivimos una doble discriminación. Por un lado, somos discriminados por la comunidad heterosexual quienes nos consideran parte del grupo homosexual, minoría despreciada, considerada “anormal”. Por otro lado, la comunidad gay rechaza a las personas bisexuales al ser considerados “indefinidos” o “confundidos”.
Etimológicamente, el termino bi significa “dos”, en donde sólo entran el genero propio y otro más. Esencialmente esto termina por explicar la verdadera naturaleza de la bisexualidad, “bi” no significa sólo dos opciones, significa que existen opciones, sin limitar a sólo dos posibilidades. Si comenzamos a derribar las barreras de los roles de género, en donde cada vez se diversifican más las combinaciones de las vivencias sexuales de cada persona. La bisexualidad es una experiencia de vida, y como tal, está diversificada debido a su complejidad de matices. Expresar bisexualidad como “bi” de dos radicales, implica la perpetuación de la existencia de un sistema binarista hegemónico