Progreso, Yuc., 4 Ago. (Notimex).- Con un llamado al mundo a pedir por la paz, entre voces mayas que claman a gritos el retorno de la humanidad a la búsqueda del bien común, el canto de 10 pianos se hizo presente este fin de semana en medio del mar yucateco.
Olas y brisa marina danzaron en movimientos lentos mientras Liszt o Gardel se dejaban escuchar en medio de un océano infinito que abrazó el “Show de los Diez Pianos”, encuentro que vibró con la “Granada” de Lara y la “Peregrina” de Palmerín.
Durante unos 150 minutos, el Puerto de Altura de Progreso se convirtió en espacio para tributar con las notas musicales del piano, el ingenio creativo del hombre: Monti, Panceri, Vivaldi, Beethoven o Moncayo, incluso Juan Gabriel y Manzanero.
El espectáculo abrió con Sergio Esquivel y su grito musical “Paz”, melodía que con la cual la embarcación “Zamná” se despidió en 2000 de tierras mayas rumbo a Europa para llevar a ese continente un mensaje a favor de la búsqueda incesante de la paz.
Así, las velas del trimarán formaron parte del escenario del espectáculo en el que el trovero Esquivel afirmó: “regresamos a tierras europeas, pero a diferencia de su presencia en la tierra nuestra, con arcabuces, hoy les devolvemos la visita con un mensaje de paz.
“Un amigo me ha dicho que en esta melodía he escrito 14 veces la palabra ´Paz´ y si me dieran un minuto la escribiría más veces, porque eso es lo que nos hace falta en el mundo: paz”, dijo.
Voces en lengua mayas se escuchan y Sergio Esquivel agregó que “son la de un hijo y su padre. Es la de un hijo que pregunta al padre por qué sigue habiendo guerra en el mundo y el padre responde: porque el hombre ha perdido el camino, porque el mundo ha perdido el camino”.
Tras el llamado del trovador, el “O Fortuna”, de la cantata escénica “Carmina Burana”, se hizo presente a manera de una doble obertura, seguido de un “Paseo romántico”, en el que Chopin se hizo presente, al igual que Franz Liszt lo hiciera con “Lieberstraum”.
En una combinación poco común de géneros, los clásicos cedieron momentáneamente la estafeta a Carlos Gardel, seguido de melodías emblemáticas extraídas de los grandes espectáculos de Broadway, para luego escuchar a Victorio Monti.
“´O Sole Mio”, de Capurro y Di Capua, destacó gracias al toque expresivo de los tenores; mientras una versión tecno de “Invierno” y “Primavera”, de “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi, contribuyó a acentuar esa extraña mezcla de ritmo que emanaban los pianos, por algunos momentos apagado por el violín o la trompeta.
Aplausos generalizados y el canto colectivo acentuaron el llamado de Beethoven a la paz, a la hermandad, gracias a su “Himno a la Alegría”, momento en el que el viento arreció y movió las velas del “Zamná”, en una especie de desesperación al hacerse a la mar y llevar de nuevo el mensaje.
A continuación, las notas musicales de “A Hard Day´s Night” y “Hey Jude”, de Lennon y McCartney, hicieron cantar a los presentes, quienes a su vez se emocionaron con “Piano Man”, de Billy Joel, que por tercer vez rompió la secuencia rítmica, al subir al escenario un declamador y hacer sentir la presencia nacional con el poema “Canto a México”, de Roque Nieto.
Así llegó el momento estelar para Agustín Lara y “Granada”, canto que hace alusión a la “Madre Patria”; un popurrí de música de mariachi abonó al espectáculo en el que los pianos parecían rendir tributo a los instrumentos de cuerda y los metales.
A este popurrí siguió uno de música yucateca, uno de los momentos más apreciados por permitir el virtuosismo de los pianistas ejecutantes.
“Por debajo de la mesa”, “Somos novios”, “Esta tarde vi llover”, de Armando Manzanero antecedieron a “Un tipo como yo”, de Sergio Esquivel”, así como la interpretación de “Peregrina”, escrita por Luis Rosado Vega y musicalizada por Ricardo Palmerín.
Como se sabe, esta pieza narra la historia de amor imposible entre el ex gobernador Felipe Carrillo Puerto y la periodista estadounidense Alma Reed.
La festividad musical de Juan Gabriel se hizo sentir con el popurrí de melodía “Déjame vivir”, mientras que la velada musical llegó a su fin con el compositor mexicano José Pablo Moncayo y su “Huapango”, el cual pareció contribuir a una noche donde la Luna iluminó con su media cara y las olas permanecieron atentas al sino de los pianos.