México, 06 Noviembre; poderycritica. (Notimex).- El escritor, editor y traductor mexicano Rafael Pérez Gay elevó la voz para hablar de literatura, de los recuerdos personales y de la familia de Rubén Cortés, escritor y periodista de raíz cubana radicado en México que anoche presentó su libro “Un bolero para Arnaldo. Memoria personal de Cuba”.
Dijo que el ejemplar, publicado por Ediciones Cal y Arena, empresa de la que él es director general, se inscribe en la colección “Ensayo personal”, concepto que recoge los momentos en que un autor infiere a su propia alma, acerca de una cosa fundamental en su vida. “Este libro es mucho más que un retrato desolador de la Cuba reciente”, dijo.
“Este autor entrega a los lectores la historia entrañable, conmovedora e inspirada, de su propio padre”, subrayó antes de leer un dilatado discurso en el que puso en relieve que “le gustan los testimonios personales, mismos que lee con placer, interés y algo de morbo”.
Destacó que el autor ofrece “el relato de un transterrado, la recreación del alejamiento y reencuentro de una familia, una aproximación desde la médula con el lugar de origen, Cuba, el proceso de desencanto con una apuesta política que suprimió las libertades, y una reconstrucción de las relaciones entre un hijo (Rubén) y su padre (Arnaldo)”.
Se trata, abundó, de la lenta agonía de un hombre que a los 74 años se cansó de estar despierto, que antes andaba en bicicleta y fumaba tabaco. Nacido en 1938 gracias a la última fecundación de blancos nacidos en la isla, de migrantes españoles; tejedor de amistades para durar toda la vida, y quien no se metía con nadie y nadie se metía con él.
Rubén escribió: “Llevaba en la cintura un cuchillo con vaina de cuero y era dependiente de su mujer, a pesar de ser un macho hecho y derecho. No tenía preparación académica, pero sí sentido común. Jubilado a edad temprana por la aspiración de un polvillo letal, se dedicó a cuidar vacas y le enseñó a su hijo todas las pequeñeces que hacen la felicidad”.
Resignado, sin fuerzas o talante para enfrentarse a la gran utopía resistió con nobleza y alegría su existencia, y a pesar de que en alguna ocasión estuvo preso durante tres días incomunicado, se lee en el libro de Rubén, jamás guardó resentimiento por ese abuso, pues siempre supo ver el lado positivo de la vida y así lo enseñó a su hijo, a su Rubén.
En su oportunidad, José Woldenberg refirió que el libro trata también del hijo de Arnaldo, quien acaba migrando a México y estableciéndose entre los mexicanos. “Un niño que se bañaba en las aguas de un río y escuchaba las historias y consejos de los amigos negros del padre, quien el día que se despidió de él comprendió por qué para el viejo, Cuba es el mejor país que existe”.
Dicho eso, pasó la estafeta al historiador Rafael Rojas, quien en la contraportada del libro que ya está en librerías dice que “Rubén Cortés ha escrito unas memorias de su padre que son también una breve historia contemporánea de Cuba. Un relato sobre la desaparición de una cultura en el que el cronista abre su escritura a la antropología y la historia”.
En poco más de medio siglo, esa isla del Caribe pasó de ser una nación receptora de inmigrantes, como los abuelos asturianos y canarios del autor, a un país expulsor de una diáspora constante y heterogénea, en la que se incluye este periodista cubano afincado en México. “Un bolero para Arnaldo” es un diálogo entre dos generaciones, según Rojas.
Concluyó que “es un homenaje y, a la vez, una larga interrogación a la ‘civilización de los padres’, como le llamara el pensador judío-alemán Norbert Elias. Leer estas memorias es desplazarse a un pasado reciente donde la epopeya de la cotidianidad ocupaba el centro de la vida colectiva, para luego regresar al naufragio de la utopía en el presente…”.