PODER Y CRITICA CIUDAD DE MEXICO .- Raízen, la coinversión de Royal Dutch Shell en Brasil, planea invertir cerca de mil millones de dólares (mdd) en plantas de etanol “de segunda generación” en la próxima década, en una de las operaciones más audaces en la producción de biocombustible basada en el desecho de la caña de azúcar.
La empresa, el mayor productor de etanol en ese país, invertirá cerca de 2 mil 500 millones de reales (930 mdd) en ocho plantas antes de 2024, en un esfuerzo por aumentar 50 por ciento la producción de biocombustible.
La primera fábrica, con una capacidad anual de 40 millones de litros, terminó su construcción la semana pasada. En total, las plantas producirán mil millones de litros al año, dijo a Financial Times Joao Alberto Abreu, director agroindustrial de Raízen.
La inversión llega en un momento en el que muchos productores de etanol luchan por mantenerse a flote y representa un voto de confianza crítico para las perspectivas comerciales de etanol celulósico, o de segunda generación, después de décadas de investigación e intentos fallidos.
Solo en 2012, BP canceló sus planes de invertir 300 mdd en una planta de etanol celulósico en Florida, después de decir que tendría mejores rendimientos en otras operaciones.
Sin embargo, desde entonces más empresas —entre las que se encuentra el grupo estadunidense de químicos DuPont— se amontonan en la industria, invierten en plantas para producir biocombustible a partir de residuos agrícolas, como las hojas de maíz o el bagazo que queda de la caña de azúcar ,y la producción de etanol convencional.
La fabricación de un biocombustible comercialmente viable a partir de los residuos, en lugar de los cultivos de alimentos desde hace mucho tiempo se considera como el Santo Grial de la industria, ya que promete detener la demanda de tierras de cultivo y reducir la presión en los precios internacionales de los alimentos.
Para productores como Raízen, el resultado de la unión entre Shell y la brasileña Cosan en 2010 también promete impulsar la productividad y, potencialmente, las utilidades.
“Necesitamos sacar más valor del área de tierra que tenemos”, dijo Abreu.
También señaló los beneficios ambientales del combustible, especialmente en Brasil, donde el etanol de caña de azúcar necesita menos energía para su producción que su equivalente de maíz en Estados Unidos.
Aunque la producción de etanol celulósico es más cara que el convencional, Abreu dijo que espera que los costos bajen en cuanto estén disponibles más enzimas necesarias para el proceso de producción.
Sin embargo, en Brasil esta en una apuesta en la que pocas empresas pueden participar. Aunque el país cuenta con una de las industrias de biocombustible más avanzadas del mundo, la mayor parte de los automóviles nuevos pueden funcionar de igual manera con puro etanol o con gasolina, uno de cada seis productores se encuentra bajo la protección de bancarrota, de acuerdo con Unica, la asociación de la industria.
Pero se espera que la demanda interna de etanol siga en aumento, señaló Abreu.