PODER Y CRITICA GUADALAJARA, JALISCO (15/ENE/2015)..-En la refaccionaria Romo de Teocaltiche pueden encontrarse bandas para auto, aceites, herramientas y hasta piezas arqueológicas de origen caxcán, el grupo que pobló durante siglos el territorio alteño antes de la colonización de los españoles. Expuestos a la entrada del negocio, detrás de un vidrio y afectados por los rayos del Sol, hay juguetes y figuras de barro esculpidas desde hace más de mil años.
“Hay mucha gente que empieza a escarbar”, dice con naturalidad una de las empleadas, quien no concedió su nombre, en referencia al Cerro de los Antiguos, donde los hoyos y excavaciones ilegales son notorias para robarse este tipo de vestigios. Pero ni siquiera alguna autoridad ha acudido a la refaccionaria para solicitar el permiso o la autorización para poseer las piezas históricas.
Desde la Secretaría de Cultura de Jalisco confirman los reportes de saqueos en Teocaltiche (ubicado en la Región Altos Norte). El director de Patrimonio Cultural, Tomás Orendain, explica que desde la década de los sesenta se registra este delito federal.
En Teocaltiche, el Ayuntamiento no puede intervenir para cuidar la zona porque violaría la ley, explica el director de Obras Públicas, Jorge Padilla: “La zona (federal) parece un área minada porque está toda excavada”. Recuerda que el año pasado, la delegada del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Jalisco, Martha Lorenza López Mestas, fue al lugar y se le pidió apoyo. “Ya no han dicho nada”.
Como ésta hay otras zonas arqueológicas saqueadas en Jalisco. En el comparativo nacional, se ubica como la octava Entidad más agredida: se han abierto 31 averiguaciones previas en la Procuraduría General de la República desde 2006, por delitos como saqueos, posesión ilegal de objetos y daños al patrimonio arqueológico bajo resguardo del INAH. Sin embargo, sólo hay cinco consignados.
Si bien en Jalisco hay mil 642 sitios con vestigios, lo contrastante es que sólo tiene dos zonas arqueológicas abiertas al público: Ixtépete (Zapopan) y Guachimontones (Teuchitlán).
López Mestas reconoce que el delito más común es el saqueo. Explica que los agresores acuden a los lugares en busca de oro, pero advierte que las civilizaciones antiguas nunca lo trabajaron, y al encontrar piezas de barro las manejan en el mercado libre. “Los saqueadores realizan una actividad sin saber que le harán un gran daño al lugar. Cuando lo destruyen, es lo mismo que romper un archivo o quemar un documento. Esa fracción del pasado la hemos perdido”.
El arqueólogo Otto Schöndube dimensiona que estas piezas “dicen lo que fuimos y le dan identidad a cada habitante”.
Revista edición impresa año 8 #135
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