Ciudad del Vaticano, Viernes 17 de Abril de 2020, poderycrítica.- A partir del “alégrense” de Jesús a las mujeres, reivindica la “civilización del amor”. Francisco llama a contagiarse con “los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad” para la reconstrucción en el día después de la pandemia. “Es el Resucitado que quiere resucitar a la humanidad entera”, asevera. Francisco busca arrojar algo de luz en medio de tanta oscuridad y avista el horizonte con la suficiente perspectiva como para poner las bases de reconstrucción de un planeta que ya llegó herido a esta situación de destucción.
Sin pretender dar lecciones, lanza sugerencias y advertencias tan incómodas y provocativas, tan cargadas de sentido común y fruto de la libertad, como el propio Evangelio. En su meditación en Vida Nueva pide huir de “discursos integristas”, porque solo arrimando el hombro será posible “volver a sentirnos artífices de una historia común”.
Francisco reivindica el pueblo, no como algo etéreo, sino como el actor protagonista de este necesario despertar, porque solo desde ahí será posible avanzar en este plan que arrastra demasiadas asignaturas pendientes, como el salario mínimo universal, la condonación de la deuda externa, el respaldo a los pactos por las migraciones o los acuerdos sobre el cambio climático.