Honduras, 17 julio; poderycritica.-«Nuestras salas de emergencia tienen capacidad para 35 pacientes, y la semana pasada teníamos entre 90 y 105. Eso ya ni modo, ¿dónde los vamos a meter?».
La doctora Ligia Ramos trabaja apoyando en el Hospital de Especialidades del Instituto Hondureño del Seguro Social (IHSS) de Tegucigalpa durante la epidemia de covid-19 y resume la situación actual del centro en pocas palabras.
«Ya no damos abasto. Estamos colapsados», le dice a BBC Mundo.
La saturación de este y otros hospitales hondureños quedó al descubierto en las últimas semanas gracias a fotos y videos publicados en redes sociales.
En ellas se ven pasillos atiborrados por decenas de personas conectadas a tanques de oxígeno a la espera de poder acceder a una cama. En otros casos, los pacientes aguardan en carpas fuera de los hospitales, sujetos a las inclemencias del tiempo.
El gobierno hondureño procedió a la ampliación de varios hospitales y la inauguración de centros de triaje para pacientes con síntomas leves con los que trata de aliviar la sobrecarga en las principales instalaciones médicas.
Pero, pese al notable aumento de hospitalizaciones, el presidente del país se niega a hablar de un escenario de colapso.
«Nuestro sistema de salud está en serias dificultades, aún no ha llegado al colapso en su totalidad, pero ha pasado en otros países y nos puede pasar en cualquier momento», reconoció Juan Orlando Hernández en cadena nacional el pasado 7 de julio.
Colchonetas por los pasillos
Tras registrarse los primeros brotes de la epidemia en la zona industrial de San Pedro Sula, en el norte del país, el aumento considerable de casos llegó al departamento de Francisco Morazán (donde se encuentra la capital) a mediados de junio.
De hecho, las cifras a nivel nacional se triplicaron en el último mes: de 9.178 positivos y 320 muertes del 15 de junio se pasó este miércoles a 30.036 casos y 825 defunciones, según datos oficiales.
El precario sistema de salud hondureño no está siendo capaz de absorber esta alta demanda, tal y como denuncian muchos médicos y confirman imágenes en redes sociales en torno a la saturación de algunos centros de atención de covid-19.
Por ejemplo, en varios videos grabados en el hospital del IHSS de Tegucigalpa (uno de los tres más grandes del país) se observan decenas de pacientes tumbados en colchonetas por los pasillos, respirando gracias a tanques de oxígeno.
Trabajadores de este hospital confirmaron a BBC Mundo la veracidad de estas imágenes, en las que muy pocos usuarios cuentan con una camilla y algunos incluso se ven acostados sobre las sillas de las zonas de espera.
En su mensaje de hace unos días, el presidente Hernández pidió diferenciar entre desbordamiento y colapso, algo que asegura no llegó a Honduras porque a los pacientes se les sigue atendiendo.
«No les puedes mandar a sus casas porque podrían morir allí, así que a los pacientes se les interna donde podemos. Tenemos que ver cómo resolvemos, a veces hasta se comparten el oxígeno. Es una situación horrible», responde Ramos.
«Estamos a reventar. Esto no es una curva de casos, es una avalancha», resume el doctor Hugo Fiallos, intensivista de este mismo hospital que tiene sus seis plazas en la UCI permanentemente ocupadas por pacientes.
En carpas bajo la lluvia
Pero el IHSS de la capital hondureña no es el único que superó su capacidad. Médicos del hospital Gabriela Alvarado de Danlí, en la parte oriental del país, también denunciaron tener «colapsadas» sus salas de pacientes de coronavirus.
Otro caso preocupante fue el del Hospital del Sur en Choluteca, donde usuarios denunciaron cómo sus familiares enfermos tenían que esperar en colchones sobre el suelo al aire libre o en carpas improvisadas bajo intensas lluvias y rodeados de lodo.
«Es inhumano, es algo que no podemos tolerar (…). Esa barbaridad de esas carpas en el sur no puede volver a pasar», reconoció el presidente hondureño después de que se hicieran virales las quejas por redes sociales.
Tras numerosas denuncias por la falta de oxígeno para pacientes que tenían que pelearse por él y un supuesto mal manejo de los tanques, el Hospital del Sur fue intervenido el pasado jueves por la Dirección Policial de Investigaciones.
El gobierno anunció entonces la aprobación de unos US$280.000 para su ampliación y la contratación de 150 profesionales para este centro.
Mientras tanto, la situación en los hospitales del norte del país no es mucho mejor pese a que el repunte de casos llegó unos dos meses antes que a la capital,
Según Carlos Umaña, presidente de la asociación de médicos del IHSS en San Pedro Sula, sus 14 plazas de la UCI están colapsadas, las salas de atención a pacientes con covid-19 se encuentran al 90% y este miércoles contabilizó «unas 700 personas» en el centro triaje del hospital.
Los médicos no ocultan su desolación ante este panorama. «Se nos están muriendo pacientes en sus casas, en las carpas, en las emergencias esperando ser atendidos. Es muy difícil porque no damos abasto», dice la doctora Ramos.
En todos sus años de trabajo como intensivista, el doctor Fiallos dice que nunca vio una situación como esta.
«En una UCI, uno está acostumbrado a trabajar con la muerte. Pero que se muera uno, y otro, otro… es una cosa espantosa. Créame que algunos compañeros están al borde del llanto», le reconoce a BBC Mundo.
¿Por qué se saturaron los hospitales?
Los médicos consultados creen que una de las razones de este aumento desproporcionado de casos de coronavirus se debe a la falta de una estrategia definida por parte de autoridades para hacer frente a la epidemia, a la que no se dio la importancia que merecía desde el comienzo.
Una de las quejas más habituales es la falta de personal médico, especialmente afectado por un alto número de profesionales que contrajeron el covid-19.
Según cifras del Colegio Médico de Honduras, al menos «el 40% de personal sanitario del país fue contagiado» en la epidemia, apunta Ramos.
También fue cuestionada la llamada «apertura inteligente» de las actividades económicas a principios de junio, cuando la curva de contagios ya comenzaba a despuntar.
«Sabemos que en Honduras mucha gente necesita salir para trabajar y sobrevivir. El problema es cómo se van a cuidar, si no han sido educados para hacerlo», dice Fiallos.
«Así que ves que la gente no mantiene la distancia social, no usa correctamente la mascarilla… es la ignorancia lo que nos está matando».
También en varios centros acusan falta de insumos básicos y carencia de medicamentos.
«Una mañana teníamos diez pacientes que se les había acabado el oxigeno y no había tanques en el hospital, y todos empezaron a desaturar. Fue una corredera. Es difícil ayudar a los pacientes cuando hace falta lo básico», lamenta Ramos, quien asegura que en su planta les dan «una mascarilla para usar toda la semana, y que no está certificada».
Según han denunciado organizaciones de sociedad civil, la sombra de la corrupción en la gestión de esta crisis podría ser una de las supuestas causas detrás de este desabastecimiento de insumos médicos.
Especialmente polémica fue la compra de siete hospitales móviles por parte de la empresa Invest-H, a la que el gobierno autorizó realizar las adquisiciones de bienes y servicios para el país en el marco de la emergencia sanitaria.
Entre múltiples acusaciones de presunta corrupción en la compra, el director de esta firma, Marco Bográn, renunció a su puesto a finales de junio y está siendo investigado por el Ministerio Público.
Finalmente, el gobierno confirmó que los dos primeros hospitales llegaron a Honduras la semana pasada. Sin embargo, y pese a la necesidad actual, se estima que su proceso de salida de aduanas podría llevar semanas ante incongruencias encontradas en sus facturas.
¿Fracasó el «método Catracho»?
En las primeras semanas de la epidemia en Honduras, sus autoridades respaldaron la implementación de Maíz y Catracho, dos protocolos ideados por científicos del país que combinan fármacos y técnicas con los que aseguraron lograr reducir los ingresos y días de hospitalización.
El doctor Umaña, uno de sus principales defensores, niega que la situación actual suponga que los métodos hayan fracasado.
«El protocolo se sigue usando y ha salvado muchas vidas. Nunca dijimos que esto eliminaba el virus, sino que ayudaba al cuerpo a sostenerse. Pero el gobierno lo agarró como un caballito de batalla y sectores de la población consideraban que era una cura, y no lo es», asegura.
«No ha fallado, pero la población no ha entendido que el distanciamiento social sigue siendo lo más importante», responde a BBC Mundo.
Otros médicos en Honduras aseguran que usan solo parte de los citados tratamientos, mientras que en algunos centros más pequeños dicen no tener disponibilidad de varios de los fármacos contemplados en los protocolos.
«Yo, en lo personal, no lo utilizo. Ocasionalmente uso alguno de sus medicamentos, pero no tengo un respaldo científico que me ayude a decidir sobre su uso. Es anecdótico, aunque también la mayoría de tratamientos que se usan ahora en el mundo son anecdóticos…», dice Fiallos.
Preguntados sobre cuál será el futuro de la evolución de la epidemia en Honduras, los médicos se muestran pesimistas, si bien aseguran que es difícil hacer previsiones de acuerdo con la información oficial de las autoridades.
Ramos afirma que «hay un subregistro total porque llevamos semanas sin hacer pruebas PCR en tiempo real, así que los casos que reportan son muchos menos de los que realmente hay» y ello dificulta prever el fin de la curva de contagios.
Umaña también duda de las estadísticas, vista la situación actual en los hospitales. «Lo que preveo es que Honduras pueda tener la más alta tasa de mortalidad de América Latina, desgraciadamente. Nos falta mucho todavía por sufrir en este país».
El doctor Fiallos coincide. «Lo que queda es reforzar el sistema de salud, contar los muertos, y prepararnos para el después».