México, 6 Enero; poderycritica.- (Notimex).- Dramaturgos, escritores, actores y gente de todos los ámbitos del quehacer teatral, asistieron la noche del 22 de noviembre de 1965 a la inauguración de un nuevo teatro en la Ciudad de México, el Julio Jiménez Rueda. Levantó su telón con «Mudarse por mejorarse», de don Juan Ruiz de Alarcón, dirigida por José Luis Ibáñez.
Las croniquillas señalan que todo inició en febrero de 1961, cuando se publicó el decreto presidencial en donde la Secretaría de Educación Pública (SEP) concesionó terrenos de la avenida de la República, frente al Monumento a la Revolución, al Instituto se Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE) para su edificio sede.
En el mismo decreto se establecía que el inmueble tendría una sala para espectáculos al servicio de la SEP, pero administrada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Así se mantiene, y el próximo 31 de enero, a las 17:00 horas, se realizará una ceremonia para conmemorar su 50 aniversario con la presencia de altas autoridades de la cultura.
Asistirán dirigentes del INBA y de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en el marco del XXVIII Encuentro Nacional de los Amantes del Teatro que tendrá lugar del 8 al 31 de enero en ese escenario, con la presentación de 54 producciones escénicas independientes de México y otros países.
El Julio Jiménez Rueda quedó instalado en la planta baja del inmueble y a la fecha aún realiza actividades bajo la figura de comodato. Ahí se presentan periódicamente obras de teatro, ópera, danza, música, variedades, espectáculos infantiles, festivales, conferencias y del Programa de Teatro Escolar, y del Encuentro Nacional de los Amantes del Teatro.
Con el paso del tiempo, sus instalaciones sufrieron un deterioro paulatino, por lo que con un presupuesto suficiente, entre mayo de 2007 y enero de 2008 el recinto fue objeto de una remodelación a fondo, renovando en su totalidad butacas, se pintó vestíbulo e interior, se realizaron reparaciones de plomería en baños y se acondicionaron camerinos.
Su dirección es Plaza de la República 154, a unos pasos del Monumento a la Revolución y atiende al público de martes a sábado.
Julio Jiménez Rueda (Ciudad de México, 10 de abril de 1896-25 de junio de 1960) fue un abogado, escritor, dramaturgo y diplomático mexicano. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria y se graduó de derecho en la Universidad Nacional en 1919.
Fue director de la Escuela Nacional de Arte Teatral de la UNAM, y como diplomático, trabajó en Montevideo en 1920 y después en Buenos Aires hasta 1922. De regreso a México, laboró como director del Archivo General de la Nación (AGN) y posteriormente como presidente del Centro Mexicano de Escritores. Su amor al teatro ya estaba latente.
En 1923, promovió la creación del Teatro Municipal, impulsó la fundación de la Unión de Escritores Dramáticos y participó en el movimiento del Teatro Ulises. Fue miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua a partir del 7 de agosto de 1935 y, el 15 de mayo de 1950, fue nombrado miembro de número, ocupando la silla VII.
Como dramaturgo perteneció al grupo de «Los Siete Autores» y realizó una renovación formal de las escenas costumbristas a finales de los años 20 del siglo pasado. Muchas de sus obras se mantienen vigentes y se montan en diversos escenarios de la Ciudad de México y del interior del país, pues en estos tiempos no pierden vigencia ni interés general.
«Como en la vida» (1918), «Tempestad en las costumbres» (1922), «La silueta de humo» (1927), «Miramar» (1932), son algunas de sus obras, y en materia literaria destacan sus libros «Cuentos y diálogos» (1918), «Lo que ella no pudo prever» (1923), «Sor Adoración del Divino Verbo» (1923) y «Moisen. Historia de judaizantes e inquisidores» (1924).
Son famosos sus ensayos «Resúmenes de literatura mexicana» (1928) y sobre «Juan Ruiz de Alarcón» (1934), así como «La desventura del Conde Kadski» (1935), «Juan Ruiz de Alarcón y su tiempo» (1939), «Letras de la Nueva España» (1943), «Santa Teresa y Sor Juana, un paralelo imposible» (1943) y «Herejías y supersticiones de la Nueva España» (1946).
«Don Pedro Moya de Contreras, primer inquisidor de México ensayo» (1944), «Novelas coloniales» (1947), «El humanismo, el barroco y la contrarreforma en el México virreinal» (1951), «El doctor Francisco Castillo Nájera» (1954), «Historia de la cultura en México, el mundo prehispánico» (1957) y «La secta de los alumbrados en la Nueva España», son otros de sus legados.