México, 04 diciembre; poderycritica.-I.Atención. Cuando usted esté leyendo esto, la ciudad de Zacatecas estará invadida por una tropa, una tribu peligrosa. Al menos es así como suelen señalar, calificar y denostar muchos gobiernos autoritarios, analfabetos y grises, a estos seres que —con un libro como única defensa— nutren y guían y desempolvan y germinan consciencias; ensanchan y enriquecen y expanden la imaginación; y, sobre todo —y por encima de todo—, enseñan a mirar hacia las profundidades abismales de nosotros mismos…
En efecto: cuando usted esté leyendo esto, Zacatecas se habrá visto conquistada ya por una cofradía de poetas de diversas generaciones, de diferentes geografías, de diversos niveles, de todo tipo y condición. Habrán llegado procedentes de los cuatro puntos cardinales de la República Mexicana, así como de otros territorios, para celebrar y leer y recitar y convivir, en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde.
II.
Realizado desde su origen durante los primeros días de diciembre, en este 2015 se escogió que fuera el 2, 3, 4 y 5 del mes en curso para llenar de rimas y versos la ciudad. Comandados, todos, por el poeta bretoniano José de Jesús Sampedro, la treintena de vates habrán de congregarse para, entre otras cosas, propiciar un espacio de reunión de poetas y de promoción y difusión de la poesía escrita en México y el mundo. Diversos foros académicos y culturales de Zacatecas serán los que abran sus puertas para recibir a vates como Josep Lluís Aguiló, Enrique Noriega, Gustavo de la Rosa Muruato, Miguel Soto, Antonieta Villamil, Ivonne Sánchez Barea, Lisi Turrá, Etnairis Ribera, Víctor Sosa, Raúl Bañuelos, Rosina Conde o Marco Antonio Campos (algunos de ellos provenientes de Guatemala, Islas Baleares, Colombia, España, Argentina, Puerto Rico o Uruguay).
III.
Celebrado en su primera edición hacia diciembre de 1982, el festival está ahora conmemorando su versión 33. “Con ello, se reafirma como el encuentro cultural más antiguo que se realiza en Zacatecas”, explica, desde el otro lado de la línea telefónica, José de Jesús Sampedro.
Y añade: “El festival, como tú sabes, ha tenido diversas transformaciones. Inició de una manera realmente modesta, minimizada, un tanto regional, el cual ha ido ampliándose e incrementándose tanto en número de invitados como de público; incrementando, así, su alcance e influencia. La versión actual, entonces, es muy distinta a la versión del festival inicial”.
¿En qué momento se encuentra, entonces, la fiesta literaria?, le pregunto, desde este lado de la línea.
Sampedro es directo: “Aunque ha cambiado, y mucho, sigue con el mismo objetivo:promover y divulgar el gusto por la lectura y por la escritura de la poesía… El festival siempre ha querido propiciar un espacio de reunión de poetas, y de promoción, y de difusión de la poesía escrita en nuestro país y el mundo. Ahora bien, como es organizado y promovido por la Universidad Autónoma de Zacatecas (claro, con la colaboración de un grupo de instancias afines, solidarias a la universidad), mi meta próxima es una sola e importante: dejarlo ya blindado. ¿Qué quiero decir con esto? Lo que debe ocurrir, y espero que se logre a corto plazo, es que la Universidad reconozca la necesidad de designar al festival como patrimonio de la propia universidad. El objetivo es dotarlo de un presupuesto invariable y establecido para que no haya la menor duda de que debe llevarse a cabo, y que debe continuar”.
IV.
La preocupación de José de Jesús Sampedro es indudablemente válida; sobre todo si tomamos en cuenta que las oficinas que asignan los presupuestos en el ámbito cultural están ocupadas (no todas, pero sí una mayoría) por burócratas con mentes grises.
Sampedro lo sabe: “Parece inaudito, José David, pero 33 años puede resumirse en una sola y lapidaría frase: falta de presupuesto. Por eso he insistido, y voy a insistir, en que este festival necesita tener una partida presupuestal definitiva, y que se le asigne y que se le reconozca para este fin en específico. Un festival que tienen también como propósito preservar la memoria de Ramón López Velarde.
Las autoridades de la universidad, y desde luego los gobernantes en turno, deben tener la sensibilidad y la seguridad plena y total de que se ha cumplido un periodo amplio, y que el festival ya no necesita demostrar su viabilidad. Ya es un hecho. Ya es una tradición. Ya se le espera. Y sobre todo ya es una tradición para los poetas de México y del extranjero, en lo abstracto y en lo concreto”.
V.
A pesar de ello, el festival sigue firme, estable, sólido, tenaz… En ésta, su edición 33, tendrá cinco mesas de lectura, dos conferencias magistrales, una exposición colectiva, y un espectáculo de poesía y música. A ello se suma tres tradiciones ya inherentes al festival: el Paseo Literario Jerez-Tepetongo (en el que se lleva una ofrenda floral a Ramón López Velarde), la Feria Municipal del Libro, así como la siempre esperada callejoneada (a ritmo de tambora y mezcal).
Complementariamente, el festival hará entrega asimismo del Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde” para obra inédita —que en esta ocasión le ha sido otorgado a David Castañeda Álvarez—. De manera paralela, también se entregará el Premio del Festival Internacional de Poesía, llamado de igual forma Ramón López Velarde, el cual se otorga por el conjunto de obra publicada y trayectoria. “Es votado por poetas; es un premio de poetas para poetas”, aclara Sampedro. Este año ha recaído en el vate colombiano Jotamario Arbeláez.
VI.
Lo he escrito antes, y aquí lo vuelvo a reafirma: José de Jesús Sampedro ha logrado lo que parecía imposible: desmontar la idea de que la poesía es para gente rara. Con el festival, sigue demostrado que la poesía le interesa a más gente de lo que parece.
Sin falsas modestias, Sampedro me da la razón: “Claro que pienso que la poesía le interesa a más gente de lo que parece; de otra manera este festival no hubiera durado ni dos años. Yo creo que la poesía es un asunto de interés minoritario pero selectivo, y minoritario pero amplificado. Entonces, los lectores habituales de poesía son tan selectos como los lectores potenciales de poesía, que son a los que debemos de buscar. En este sentido, el encuentro ha ido creciendo en los últimos años y ha ido incrementando su oferta de poetas visitantes, lo que ha ido incrementando al público, que es cada vez mayor, cada vez más entusiasta, cada vez más solidario. Así que la aceptación del festival comprueba que la poesía es una oferta cultura absolutamente válida, absolutamente factible”.
Y va más allá: “Yo he intentado siempre guiarme por una idea: la poesía cambia la vida. Ésa es mi tesis. Ésa es mi perspectiva. Y desde esa perspectiva, es que yo organizo el festival —puntualiza Sampedro—. De hecho, en estos momentos, es cuando necesitamos a la poesía. La necesitamos más que en otros instantes de la historia. Hoy, estamos rodeados en el país, y fuera del país, de una violencia ideológica y no ideológica bastante extendida, bastante extrema. En ese sentido, es una coyuntura muy peculiar, dolorosamente peculiar; así que es el momento también en el que este tipo de propuestas, este tipo de iniciativas, deben florecer en el país y el mundo. Para mí la poesía siempre ofrece respuestas trascendentes, legítimamente humanas, y yo creo que compartirla es lo más convincente… Es lo menos que podemos hacer para contrastar todo esta violencia alrededor de uno”.
VII.
No cabe la menor duda: Jotamario Arbeláez, el vate homenajeado, es algo único. Nacido bajo el nombre de José Mario Arbeláez Ramos, vio su primera luz en Cali, Colombia, en 1940.
¿Sus señas particulares? Es fácil: es representante y cofundador del nadaísmo, movimiento poético colombiano de vanguardia.
Su obra (poética y periodística) está construida y dotada de mordacidad, ironía, muchísimo humor negro, erotismo, desenfado, utilizando un lenguaje directo y contundente. Su primer libro, El profeta en su casa, confirmó ese ingenio y ese talante irónico que distinguiría a los nadaístas caleños, ya que —como él mismo afirmó— en Cali el movimiento era más solar, en Antioquia era muy putrefacto.
A este primer libro, le siguieron medio docena más de títulos y varios premios. Como dice el propio José de Jesús Sampedro: “Jotamario posee una propuesta poética muy interesante, muy suya, muy original, muy fiel a toda su juventud y a toda su edad madura. Muy popular en Colombia, y muy estimada en México y Latinoamérica.”
Pero mejor dejemos que hable la obra de Jotamario Arbeláez. El poema se llama “Un día después de la guerra”. Dice así:
un día
después de la guerra
si hay guerra
si después de la guerra hay un día
te tomaré en mis brazos
un día después de la guerra
si hay guerra
si después de la guerra hay un día
si después de la guerra tengo brazos
y te haré con amor el amor
un día después de la guerra
si hay guerra
si después de la guerra hay un día
si después de la guerra hay amor
y si hay con qué hacer el amor
VIII.
Desde este lado de la línea telefónica, le narro algo insólito a Sampedro: maestro, tú sabes que no creo en ninguna religión ni en la magia, pero durante el festival suele ocurrir un milagro o algo mágico. No lo sé… Te lo cuento tal y como me ha pasado: por más esfuerzo de mi parte, mi jarrito de mezcal nunca se ha quedado vacío…
Sampedro suelta una risita: “Es un milagro para los que gustan del mezcal, y que son afortunados en tener ese jarrito, José David. Ya le he advertido a Jotamario Arbeláez que, iniciado el festival, nunca hará demasiado esfuerzo para que ese jarrito esté colmado… Sabes que yo no soy admirador de esa bebida, pero puedo decir y asegurar que el mezcal zacatecano es ejemplar en diversos niveles…”.
La respuesta del José de Jesús Sampedro me deja desarmado; así que sólo alcanzo balbucir: es cierto, querido maestro, es cierto. Doy fe de ello…