PODER Y CRÍTICA | REDACCIÓN | La festividad más emblemática de México, el Día de Muertos, arrancó este viernes de madrugada en el pintoresco barrio de Xochimilco, en la que los colores y olores tradicionales de estas fechas se mezclan en una especial simbiosis con la colocación del altar de San Gregorio.
Las típicas flores cempasúchil, con su característico toque anaranjado, inundan el cementerio de San Gregorio de Atlapulco, donde la comunidad se reunió desde la tarde del jueves para recordar y honrar a sus seres queridos entre música, cánticos, dulces como el pan de muerto o simplemente en reflexivo silencio.
La festividad inició con una primera jornada dedicada al recuerdo de los niños fallecidos, antes de que en la noche del viernes 1 al sábado 2 se pase a honrar a los mayores, y es por eso que en esta primera fase sea habitual escuchar canciones infantiles o ver juguetes en los altares.
“Mientras sigamos recordándolos, ellos nunca van a morir, entonces venimos haciendo este pequeño homenaje, cantándole canciones infantiles, canciones de amor hacia ella y es el motivo por el que estamos presentes”, explicó Flores.
Cientos de familias se agruparon en torno a las tumbas de sus fallecidos, engalanadas para la ocasión y cuidadas hasta el extremo, y desde allí las lágrimas y la emoción se entremezclaron con risas y festejos, generando un clima especial en el que no faltó la comida ni la bebida para pasar los rigores de la noche.
“Vamos a seguir cultivando esta tradición como cultivar una semilla para que crezca la planta. Y si queremos que siga produciendo, pues seguimos echándole ganas, así como yo me reunía con mis abuelos, hacían tamales, hacían mole, ahora ellos ya están descansando en este panteón sagrado y ahora yo soy el que los vengo a recordar”, agregó Flores, ejemplo de como la tradición pasa de generación en generación.