PODER Y CRÍTICA | REDACCIÓN | Rubén Zarif Ávalos Garnica, el hombre que hizo de la Navidad un asunto de alta contabilidad. No contento con administrar las finanzas de la Fiscalía de Quintana Roo, decidió auto-asignarse un aguinaldo que haría sonrojar al mismísimo Santa Claus: 310,000 pesos. ¡Y no solo eso! Superando incluso al fiscal general, porque, claro, ¿quién dijo que la jerarquía afecta el tamaño del aguinaldo?
Pero Zarif no actuó solo; se rodeó de un selecto grupo de “duendecillos” que también compartieron su “espíritu navideño”. Armando Guadalupe Dzib Cupul, Marte Paolo Cárdenas Fernández, Maritza Gómez Betancourt y Manuel Villanueva Chan se llevaron sus propias tajadas del pastel navideño, contribuyendo al desvío de seis millones de pesos. Una muestra de solidaridad… entre cuates, claro está.
El fiscal general, al enterarse de que en su propia oficina los aguinaldos competían con premios de lotería, no tuvo más remedio que destituir a todo el equipo. ¡Oh, la tragedia! Perder el empleo justo después de haberse “regalado” un bono navideño tan generoso. Seguro que la cuesta de enero no será problema con esos ahorros de emergencia.
Ahora bien, si uno se toma la molestia de investigar un poco el historial en línea de Rubén Zarif, descubrirá que este personaje tiene una larga carrera en el servicio público, siempre moviéndose en puestos estratégicos, siempre con una habilidad envidiable para “gestionar” recursos. Y, por supuesto, siempre rodeado de una nube de rumores sobre su peculiar forma de entender la administración pública. Arrastrándose como mejor le sale al mejor postor…
Y aquí viene la pregunta clave: ¿Se devolverá el dinero? ¿Habrá consecuencias más allá de la destitución? O, como suele pasar en estos casos, ¿solo veremos nuevas caras haciendo los mismos viejos trucos?
Rubén Zarif, el “generoso” del año, nos deja una valiosa lección: en Quintana Roo, la Navidad llega para todos… pero el premio mayor solo para unos cuantos.








