Así era como se le llamaba en California a la fiebre del oro, cuando se descubrieron los vastos yacimientos de ese metal en aquella latitud.
Cuando algún filón importante empezaba a ser explotado, de manera casi automática, se creaba un asentamiento humano de menor o mayor importancia alrededor del mismo. Cientos de gambusinos y gente de todas las raleas pululaban por aquellas calles mal trazadas y polvorientas, buscando su tajada del metal dorado. No todos de manera honesta.
Prostitutas y pistoleros, tahúres y ladrones, comerciantes sin escrúpulos y toda la gama de vividores existentes en aquellos tiempos, muchas veces eran los verdaderos ganadores en el acontecer diario.
Algo similar sucede en nuestros tiempos con las campañas políticas.
Cuando se aproxima una elección, hay una gran cantidad de carroñeros políticos, simuladores y paleros, vividores, en fin, parásitos sociales que solo aparecen de vez en vez y prefieren mantenerse en la oscuridad.
Empieza la guerra sucia, se acusan unos a otros de diferentes delitos, se descalifican moralmente, todos aguantan los embates con una sonrisa en los labios – el que se enoja pierde – y los ciudadanos dejan de escuchar propuestas constructivas, se convierten en aliados del sistema y estiran la mano para sacar provecho de esa vorágine electoral.
Hemos perdido el rumbo, cada vez se postulan candidatos con peores curriculums, con trayectorias manchadas por todo tipo de escándalos y vamos por la vida votando por el menos malo.
¿Cuándo dejamos de exigir como sociedad? ¿Cuándo secuestraron las cúpulas partidistas la voluntad del pueblo? En todos los partidos es lo mismo. Si quieres llegar a ostentar una candidatura, tiene que hacer “amarres”, signar compromisos que atentan contra la dignidad, deber favores que perjudican a los más para beneficiar a los menos.
No hay tal cosa como una “Esperanza de México”, solo caudillos mesiánicos que insisten en presentarse como salvadores e inmaculados. No hay partidos diferentes, no existen izquierdas o derechas (hemos visto alianzas completamente contra natura, como PAN-PRD) ni respeto alguno por los fundamentos de estas corrientes.
Ya solo vemos luchas intestinas por el poder, el tan nombrado “fuego amigo” que solo sirve para denostar y desestabilizar a un contrincante. Reflexionemos y exijamos candidatos de valía, de espejitos ya estamos hasta la madre.
Revista edición impresa año 8 #135
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