México, 18 abril; poderycritica.-Alan Pulido se ha vuelto amigo de los goles imposibles. Lo hizo contra Tigres hace casi un año y ayer lo volvió a hacer cuando se inventó un gol de otro partido para darle el triunfo a Chivas sobre Toronto en la Final de ida de la Concachampions. 2-1 ganó el Rebaño.
El equipo canadiense tuvo a su merced al Guadalajara, pero justo en el momento de mayor necesidad, el artillero mexicano cobró un tiro libre a portería y sin tener mucho ángulo terminó colgando su disparo de la horquilla izquierda. Ahora el Rebaño volverá a casa para disputar el juego de vuelta de la Final. El Guadalajara está a 90 minutos de ser el campeón de la Concacaf 56 años después.
Difícilmente alguien habría augurado que Chivas iniciaría ganando en Toronto desde el primer minuto, sin embargo así fue. En su afán de seguir siendo el hombre diferente en el momento importante, Rodolfo Pizarro marcó un gol de vestidor para el Rebaño.
Lo de Chivas fue tan sorpresivo que aturdió, pues durante los primeros 10 minutos dominaron a placer al cuadro local. Ambos bandos lucían irreconocibles: Chivas era demasiado bueno para ser verdad; Toronto era demasiado inoperante para ser el mismo al que nos tenía acostumbrados.
Por desgracia para el Guadalajara su dominio no sólo fue sorpresivo, sino que también fue efímero. Sebastian Giovinco logró sacarse la marca personal de Michael Pérez y por fin pudo tocar la pelota. El italiano le dijo al Toronto “levántate y anda” y éste obedeció.
Los canadienses revivieron, sus hombres importantes se conjugaron, entonces se consumó el empate: se jugaba el minuto 19’, Delgado llegó hasta línea de fondo ante la complacencia de Alejandro Mayorga y mandó un centro que Osorio empujó a las redes.
Tras la igualada el juego se decantó por seguir un guion totalmente diferente al que siguió en un inicio. Ahora Toronto era amo y señor. Giovinco y Altidore fueron un dolor de cabeza y tocaron dentro del área cuantas veces quisieron.
Ante la tempestad y el agobio, el mejor aliado de Chivas fue su cancerbero Miguel Jiménez, quien aguantó heroico bajo los tres palos e hizo que poco o nada se extrañara a Rodolfo Cota.
Toronto era más, mucho más. Cualquiera habría firmado el 1-1 como un buen resultado para el Guadalajara, pero entonces llegó Alan Pulido para cambiar, una vez más, el guion de la historia.